La eliminación de tatuajes con láser suele ser un proceso incómodo y, en general, más doloroso que hacerse un tatuaje. La sensación durante el procedimiento se compara a menudo con el chasquido de una banda elástica contra la piel. La percepción del dolor varía entre individuos y puede depender de la ubicación y tamaño del tatuaje, así como de la tolerancia al dolor de la persona. Para aliviar el dolor, se pueden utilizar cremas anestésicas, anestesia local o enfriamiento de la piel. Después del tratamiento, puede haber enrojecimiento, hinchazón y ampollas, y a veces se recomiendan medicamentos para el dolor. Es importante consultar a un especialista para discutir opciones de manejo del dolor y establecer expectativas realistas sobre el proceso.